Reportes de Vida

miércoles, septiembre 14, 2005

Desconfianza

La desconfianza lo arrruina todo. Cuando por algún motivo te sientes cuestionado nada vuelve a ser lo mismo. Y si tienes la desventura de desconfiar de quienes creías siempre rectos y leales, algo de veneno entro en tus arterias.
Muchas veces las cosas tienen explicaciones más simples. Pero cuesta dejarse llevar por la inocencia, sobretodo todo cuando esa inocencia ha sido avasallada anteriormente. Pero dejar de actuar inocentemente no es sólo un castigo para el sospechoso. También lo es para el cuestionador.
Como el complice que es tan culpable como el que más.
En muchas oportunidades me he sorprendido desconfiando, incluso sintiéndome como feliz de ser tan sagaz. He mirado de reojo tantas veces. Y muchas de ellas sin razón.
Cuando constato que no tenía yo la verdad en mi boca, muchas veces he preferido callar y dejar sentir que no estaba equivocado. Ego de los más diversos tipos llenan mi cadaver.
Sólo cuando alguien me hace lo mismo mi sangre se rebela. Mi corazón se agrieta porque no deberían pensar mal de mí. Después de todo lo que he hecho. Después de todo lo que he dado y demostrado. Nadie tiene derecho a pensar mal de mí.
Sólo yo tengo el derecho de desconfiar. El deber de asegurarme pisar sobre terreno firme. Dejo así pasar las acusaciones porque no soy yo el culpable. Son los otros en los que nunca debí confiar. En los que nunca volveré a confiar.