Reportes de Vida

jueves, septiembre 08, 2005

Tu problema es no ser cinéfilo.
El cine ayuda a entender la vida


Hace más de diez años, después de una clase que apenas recuerdo, comencé a sentirme repentinamente mal. Salí a la calle y no sin esfuerzo alcancé a subirme en una micro que me llevaría camino a mi barrio. Siendo pasadas las ocho de la noche y colgando desde una pisadera, con la cara expuesta al frío penetrante del Santiago invernal, después de infinitas paradas y frenadas, bajé a dos o tres cuadras de mi casa.
Después de caminar en medio del humo, finalmente me acosté en mi cama con el termómetro midiendo mi estado y una limonada con aspirinas al lado. Sólo necesitaba una pausa. Pensé que tal vez algunas horas serían suficientes o incluso que un espacio de tranquilidad me bastaría. Hasta que vi el termómetro indicando cuarenta grados.
Haciéndome de la paciencia que nunca ha sido mi fuerte, prendí la televisión y empecé a ver una película que contaba la historia de un fotógrafo que descubría en el silencio de una toma la esencia de una historia difícil de deshilvanar. Paseando por parques entre follajes cadenciosos, recorriendo diferentes territorios, el personaje central terminaba participando de alguna forma con un grupo de mimos en un partido de tenis sin sonido, sin pelota, sin raquetas.
A pesar de los cuarenta grados, algo curioso me ocurrió mirando la película. Descubrí que de alguna forma, durante muchos meses había estado jugando ese partido de tenis. En silencio. Tratando de ver sin saber, donde llegaría la pelota para devolverla con precisión y agilidad. Intentando seguir en el partido.